Todos los hombres que tienen una hija, me podrán entender.
Tenemos la capacidad de saber
lo que es el primer amor y el amor a primera vista, al mismo tiempo.
Los que dicen que el amor a primera vista no existe,
ellos no entienden, porque nada se compara a esto.
Cuando la vi por primera vez
sin palabras hice mi primer declaración de amor sincero,
de amor incondicional, de amor sempiterno.
”Juro amarte, mimarte, defenderte; seré tu caballero,
tu payaso, tu esclavo, tu bromista, tu cómplice”.
Y ella igual supo concentir y cerrar el trato,
la primera vez que apretó mi dedo y con esa mirada me dijo:
”Acepto, y ahora sí, fregaste; eres mi lacayo por el resto de tu vida”.
Ella es la única que cambia mi ánimo, la que me hace sonreir,
la que cambió mi definición de hombría cuando me dejé pintar la uñas
y cuando me dejé peinar con sus peines color rosa pastel.
¿Saben qué es lo más fregado de todo?
Es que crece muy rápido, apenas terminaba de enseñarle
a atar la trenza de sus zapatos y ya no le hacía más.
Un par de resfríos, algunas noches de fiebre,
tres muñecas, dos peluches, algunas lágrimas,
cinco cuadernos, un par de bailes y de pronto; ya tiene quince.
¿Qué super poder quisiera tener? – el de detener el tiempo,
que no pase de aquí; así esta bien, porque nos amamos bien.
Pero no se puede.
Solo me queda cuidar su corazón, cultivar sus convicciones,
anhelar que siga bien, orar para que decida lo mejor.
Mientras tanto seguiré siendo su príncipe,
y cumpliendo mi pacto de amor.