Y Se Enamoró De La Flor
“¿Te podré escribir un haiku?” – pensó el hombre.
El hombre no se apresuró, de hecho, pausó su partida lo más que pudo; cada latido de su corazón era pensado con calma para no asustarla.
Él quería escribir de nuevo, quería inspiración de la flor. La miraba atentamente y guardaba en su memoria cada detalle de sus hojas, de sus colores y su juego con el viento. “Debe existir la manera de hacer eterno este momento.” – pensaba mientras saboreaba el inicio de una poesía. En su soledad, él escribió lentamente.
Nació la primera poesía, la que tanto esperaba el hombre. Como cuando nace un bolero romántico, exactamente esa emoción. Él corrió a ver su flor y cantarle su poesía; pero otra vez la flor le ganó el juego; ella lo paralizó con su esencia… de nuevo.
“Cuando te inspira, cuando saca de tí una frase, cuando la luz de la poesía se hace ver, cuando te quedas quieto esperando a que los latidos regresen… es poque te enamoraste” – la palabras pasaban lentamente por su mente. Y así, él se enamoró de la flor. Volvió a escribir, solo.
Él y la flor (su inspiración) deberían estar juntos todo el tiempo; pero los momentos de soledad llegan. El otoño y el invierno se hacen esperar y la flor ama el otoño. Flor de tajibo.
Tan cerca, tan lejos. La flor se queda, él escribe y se enamora.